Se formó como pintor en la escuela de "Bellas Artes" de Quito y en las academias Real de Roma, San Fernando de Madrid y Colarroisse de París. Al regresar de Europa tuvo la intención de radicarse en Ecuador y pintó cuadros precursores del indigenismo.
En 1918 ganó el primero premio en el Salón más importante del tiempo, el "Mariano Aguilera", con tres telas de motivo indígena: "San Juanito", "Los sahumeriantes" y "Las floristas". Hasta entonces en la pintura del indio se había pasado del documentalismo costumbrista de los pintores del XIX a cierta idealización academicista
En 1.943 pintó “Infierno”, obra de una visión definida. En 1.949 pintó “Desolación”, obra de visión dantesca de un campo yermo.
En 1.956 el viejo pintor escrutó sus raíces y creó cuadros de gran majestuosidad como “Las Viudas” e “Indios a la Luz de la Luna”, resolviendo con lo mínimo lo máximo, sin olvidar los símbolos representativos. Sus figuras dejan las líneas y empiezan a disolverse en masas de expresiva sencillez, la superficie se llena de bultos que flotan para tornarse en sensaciones, en relieves o en ligeras insinuaciones de color, en síntesis todo vuelve a la nada tras un perturbador sondeo en el silencio de sus telas grises, en intuitivo rastreo de los límites de su propia vida. Así surgen “Gente en el campo”, “Remolino”, “Transición”, “Las Cuatro horas”, “Antes del oscurecer”, “Formación”, “Comprensión”, “Cielo”, “Horas tempranas”, “La Luz delante”, “El Ultimo día”.
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